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Estas privilegiadas alturas, que otean una amplia área del norte de la provincia desde sus 600 metros de altitud, deben su condición de vigía a su localización en el vértice que une las amplias escotaduras abiertas desde las rías de Ferrol y Ortigueira. Ascienden estas hasta los altos de Somozas por las resquebrajadas redes fluviales capitaneadas por los ríos Xubia y Mera, que nacen a poca distancia regando el territorio municipal. En esta estratégica posición y gracias a la especial configuración física, se dan cita las bondades del dios Eolo, generoso aquí haciendo llegar el influjo de los vientos del norte y los que acompañan a las fuerzas hercúleas del atlántico por el oeste. Este movimiento perpetuo nos envuelve para extender la vista sobre un sinfín de valles y cumbres hacia el mar, tal y como hacían los antepasados de estas tierras al buscar con su mirada las naves legendarias desde el “Marván”. Antes de aventurarnos hacia límites oceánicos, estas cimas nos llevan hacia el este a observar las sierras paralelas que se van sucediendo hacia el nacimiento del Eume y la sierra del Xistral, distinguiendo bien el Monte Caxado en primera instancia y al fondo el Penote de Muras, coronado por una caseta de vigilancia. Pero la leyenda nos obliga a buscar tierras marítimas. Hacia el noroeste, el amplio valle del Mera nos deleita con un fondo escénico marcado por la mítica Serra da Capelada, con su Garita de Herbeira, el monte del Limo y, sobre el mismo Cabo Ortegal, el rocoso monte Gargacido. Girando poco a poco hacia la izquierda se irán sucediendo las alturas de A Candelaria y Eixil, distinguiendo el arco que encierra la ría de Cedeira. La costa hacia el Cabo Prior se va resolviendo en cimas superpuestas y orientadas por los acantilados marinos. Ya hacia el suroeste se intuye el surco de la ría de Ferrol y sus elevaciones traseras, que van haciendo cambiar de dirección al río Xubia en quebrada disposición. Son la antesala del macizo del Forgoselo, que ya distingue con su granito el extremo meridional de nuestro municipio. Bajo nuestra mirada el feraz valle de Somozas, con su forestadas laderas, las aldeas dispuestas estratégicamente aprovechando las bondades del suelo y del cielo, con las extensiones de prados coloreando el fondo de unas tierras que tienen en la energía del agua y el viento su razón de ser histórica y presente.